Cárceles argentinas: hijas de la sociedad


Imágenes del trágico motín del 2005 en la cárcel de San Martín en Córdoba.








"Los iluminados que han descubierto las libertades, han tambien inventado las disciplinas"
Michael Focault. Vigilar y Castigar


Superpoblación, hacinamiento y maltrato son algunas de las características del sistema carcelario argentino. La palabra cárcel dejó de ser sinónimo de rehabilitación (¿alguna ves lo fue?), pasó a dar una imagen represiva mediante ventanas adornadas con fríos barrotes, muros que se erigen de modo imponente y la experiencia de vida de miles de presidiarios, sumergidos en un mundo que fomenta el resentimiento y la violencia física. Una ecuación donde el fracaso es el resultado final en un alto porcentaje.


"Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas...", declara la Constitución argentina. La realidad muestra que el sistema penitenciario federal o provincial es un catalizador de todas las falencias sociales y las potencia, rigiendo la ley de la selva bajo la tutela del estado. Imponiendo, en la mayoría de los casos, el castigo en lugar de la rehabilitación del interno.

Una cruda realidad


Según el último informe de la Defensoría del Pueblo, en el 2006 la superpoblación carcelaria trepaba la cifra del 14.5 por ciento, la cantidad de infectados con el virus HIV sobrepasaba al 4.5 por ciento y las condiciones de higiene eran catastróficas. Hoy en día, estas falencias se han agudizado y hasta los vecinos se quejan de la basura y ratas que emanan algunas de estas unidades carcelarias. El estado ya comete su primera falla, la de brindar un entorno acorde para la rehabilitación del interno, principal causa del aumento de los motines. "No sólo hay un aumento cuantitativo de la prisión, sino también cualitativo, ya que éstas están encerradas cada vez más tiempo", afirmó Alejandro Slokar, Secretario de Política Criminal de la Nación, haciendo alusión a los más de 44 mil internos sin condena firme.


El punto fundamental la relación sociedad – cárcel es que nos encontramos frente a un modelo social excluyente, con una participación limitada del Estado en mucho de los aspectos esenciales en la vida cotidiana de la población. La falta de medicamentos y de atención médica no es un problema único de las cárceles. Esto, sumado a los despidos masivos y la precarización de empleo, ahondaron las dificultades diarias de millones de familias y en la formación de las generaciones venideras. Transformando la idea de pensar a futuro a una instintiva necesidad de sobrevivir como se pueda.


Lo mismo ocurre en las cárceles, pero de un modo aun más dramático, donde la vida del preso esta en juego a cada segundo. Las torturas en la unidad 9 de La Plata, los oscuros "suicidios" de internos, o los casos en los que salen a robar bajo la tutela de efectivos del Servicio Penitenciario, son algunos de los hechos que estigmatizan al corrompido sistema penitenciario argentino. Sin olvidar al negocio entretejido a partir del contrabando y las visitas higiénicas entre los poronga (lideres de pabellón), los reclusos de menor rango y las autoridades de los penales, muchas veces denunciados por familiares de los presos o por ellos mismos.

La Educación


Uno de los factores es la educación como camino a la rehabilitación. A partir de la restauración de la democracia, se comenzó a implementar en algunas unidades una política educativa que permite fomentar la reinserción social de los presos. Las cifras marcan la diferencia: vuelven a delinquir uno de cada cuatro presos entre los que no estudian y sólo uno de cada 33 entre los que pasaron por la universidad carcelaria. El problema es que el 66 por ciento de los presos no están incluidos en el plan educativo y fuera de los muros de concreto y barrotes, la sociedad enfrenta un aumento en la deserción escolar, transformado en trabajo infantil. Con solo recorrer las calles del Gran Buenos Aires y los puntos neurálgicos de la Capital Federal se puede observar a miles de chicos en busca del sustento diario.


Mientras la vedette durante este año ha sido el debate generado en torno a la ley de imputabilidad, miles de chicos y jóvenes continúan siendo las victimas silenciosas de un sistema que castiga y no previene.



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