Humanos en un mundo infrahumano

En la sociedad argentina se encuentra esparcida la creencia de que si los presos sufren vejaciones es porque lo merecen: estar en la cárcel debe ser un castigo por las violaciones a la ley. Sin embargo, el artículo 18 de la Constitución argentina reza: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”.
Los agravios producidos a los presos son de todo tipo. Las condiciones edilicias son indecentes: cientos de presos deben utilizar un solo baño y una sola ducha, dormir apiñados. A la vez, el sistema de salubridad es paupérrimo. Ambas situaciones son fruto de la falta de disponibilidad de fondos económicos destinados a las cárceles.

Violencia
De parte de los guardias hacia los convictos existe un maltrato constante. La violencia se ha naturalizado como una regla implícita, tanto para los presos, que soportan ese abuso de poder, como para quienes lo ejercen impunemente. Violaciones, golpizas, torturas, son algunos de los métodos utilizados para controlar a los reclusos. La socióloga Alcira Daroqui, investigadora del Instituto Gino Germani, dice que “este es un problema que ha existido en 250 años de historia del sistema carcelario mundial”. Aunque es cierto que se trata de una cuestión global e histórica, debe tenerse en cuenta que en países subdesarrollados como la Argentina, las condiciones en las cárceles son peores que las de los países centrales en una escala atroz.

Secreto a voces
La superpoblación carcelaria, los alimentos en mal estado, la falta de un sistema que asegure la defensa por agravios producidos entre los presos, hace que sean ellos mismos quienes denuncien las terribles condiciones en que viven, a través de los medios a los que pueden acceder. Existen incluso programas televisivos que transmiten imágenes denunciando las condiciones infrahumanas en que se encuentran. Hay pruebas fehacientes de todo tipo que son testimonio de la situación; filmaciones, declaraciones, grabaciones, permiten comprobar los diversos maltratos que sufren los presos. Como si ello fuera poco, se han realizado numerosas investigaciones sociológicas sobre la vida al interior de las cárceles, que constituyen en sí mismas una denuncia.

Responsabilidad compartida
A pesar de todo, no hay una mejora sustancial en las condiciones carcelarias. El Estado argentino no garantiza las condiciones de salubridad que exige la ley y los gobiernos alegan que la razón es la falta de presupuesto. Es de esperarse que en un país donde se destinan escasos fondos a sectores básicos y necesarios como los de la alimentación, la vivienda, la salud y la educación, no se destinen grandes sumas a la parte donde se encuentran los excluidos, los delincuentes, aquellos considerados la escoria de la población. La mayoría de los reclusos pertenecen a sectores de bajos recursos, prueba irrefutable de que el mismo sistema económico y político encierra a aquellos a quienes induce, obliga, a violar la ley. No debe olvidarse que ellos no son más que el producto de esa sociedad, que son fruto de un sistema que no brinda oportunidades a todos por igual. Los presos son seres humanos, con derechos: el hecho de haber cometido un delito no constituye razón suficiente para apartarlos de esa condición.
Brenda Struminger

Fuentes:

Revista Acción Nº 1002 de la segunda quincena de mayo 2008: "Doble condena"
Diario Página/12 del 3 de abril de 2005: "Cárceles llenas de inocentes" y del 11 de diciembre de 2007: "El abandono de las cárceles en Argentina resulta incomparable"

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