Cine para pensar

Por Ezequiel Alvarez
El Judas sindicalista


Roberto Barreda y la bastardeada imagen de Perón




Desde tiempos bíblicos, y mucho antes, la traición ha formado parte del ser humano. La política no es la excepción a la regla. Menos cuando los elementos en disputa en alguna de los bandos no son ideológicos, sino poder y dinero. El sindicalismo burocrático es uno de los sectores en donde esa traición a las ilusiones y luchas de la clase obrera se hace más evidente. A más de 35 años del estreno de Los Traidores de Raymundo Gleyzer, el film aún continua vigente, ya que la corrupción, mezclada con los intereses y la dignidad de la clase obrera y sus dirigentes es cuestionada en la actualidad. Es una radiografía del pasado y presente del sindicalismo argentino.


El film, aunque este anclado en lo cotidiano, es una ficción, pero con claras similitudes a personajes sindicalistas argentinos. José Ignacio Rucci, dirigente sindical asesinado por Montoneros, comparte varias caracteristas con el personaje principal del largometraje Roberto Barrera, desde algunas fibras ideológicas hasta el aspecto físico y pasearse en un Torino blanco. La trama desmenuza la historia de vida de un militante sindical peronista de los años '60, que a medida que va subiendo dentro de la organización horizontal del sindicato, se ve corrompido por el poder y termina traicionando a sus compañeros, he incluso hasta a su propio padre y convicciones políticas. Dentro de los manejos turbios, torturas y asesinatos en nombre del sindicalismo, Barreda finge un auto secuestro para ganar las elecciones que lo llevaran a un nuevo mandato, generando el repudio de la clase trabajadora encausada en un grupo de base de antiguos compañeros de Barrera que acabaran con su vida.



Es una dramatización ejemplificadora de una de las tantas metamorfosis y luchas clasistas que ha sufrido la historia argentina. Siendo una crítica acida a las políticas de convivencia entre los sindicatos y las dictaduras de turno, también sin olvidar que fue producida por una organización militante como fue Cine de Base, la película fue víctima de persecución y censura por parte de gobiernos de turno y exhibida asiduamente en la clandestinidad. Hasta el sistema de distribución de los rollo se asemejaba más a un operativo militar para evitar que las copias caigan en manos equivocadas y desaparecieran. Sin olvidar que Gleyzer empuñó su cámara como un fusil desde la trinchera del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Militancia que selló su destino cuando paso a engrosar la lista de los desaparecidos producto de la desidia y cobardía de la última dictadura militar.



"La prédica de Roberto Barrera era un obstáculo para los enemigos de la Nación", remarca un hipotetico Presidente durante una mítica escena cargada de ironía donde el propio Barrera sueña con su velorio. Dejando en claro, que los propios enemigos de la Nación son aquellos que luchan por sus derechos y por su dignidad. Mientras tanto, los oprimidos siguen siendo los mismos de hace 35 años, y la traición dice presente cuando el poder la requiera. Una clase sindical corrupta es sinónimo de malestar, guante blanco, clientelismo y violencia. Los Traidores se encuentra concebida bajo esa realidad, que no dista demasiado de la actual, donde el grito y la necesidad del obrero no hacía eco en los oídos de una clase dirigente acostumbrada al dulce sonido de los billetes de las patronales.




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